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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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11-06-2015

 

 

Turquía también puede

 

SURda

Turquía

Tino Burgos

 

Los resultados de las elecciones legislativas celebradas en Turquía el 7 de junio permiten avanzar algunos datos de interés: Por un lado la victoria, que se puede considerar pírrica, del AKP de Erdogan; el otro aspecto es el que hace referencia a los resultados obtenidos por el partido HDP (Partido Democrático de los Pueblos). Este partido, surgido de las filas del movimiento kurdo, ha superado este marco estrecho para convertirse en una organización de ámbito estatal capaz de aglutinar otros sectores de la izquierda turca y, sobre todo, a los sectores jóvenes que inspiraron la revuelta de Gazi Park hace ya más de un año, denunciando la deriva autoritaria del gobierno de Erdogan y su tendencia a tomar decisiones que buscan revertir el proceso de modernización del país mediante una agenda islamizadora. A pesar de haber alcanzado una holgada mayoría, llama la atención que la mayor parte de los medios, nacionales e internacionales, prioricen en sus análisis la importancia del cambio histórico que supone la entrada del HDP en el nuevo parlamento, mas que las consecuencias de los resultados sobre los planes de gobierno de Erdogan.

El sultán se queda sin proyecto

La vida política de Turquía ha estado marcada en los últimos quince años por la personalidad política de Tayip Erdogan, un dirigente surgido de las filas del islamismo que, coincidiendo con el cambio de siglo, dio origen al AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) para romper con los recelos del sector militar encargado de tutelar la herencia laica de la nueva Turquía surgida con Mustafá Kemal Ataturk. La nueva organización se comprometió con la defensa del modelo republicano laico aunque presentando una agenda de cambios que, vistos con ojos reformadores, aspiraban a reducir la tutela militar con el pretexto de la democratización del estado y abrir paso de este modo a cambios que permitieran armonizar la identidad islámica de la Turquía profunda con la legalidad republicana.

El resultado de esta apuesta ha sido significativo. Bien por medio de reformas sucesivas adoptadas por el Parlamento, bien mediante el descubrimiento y juicio de varios intentos de carácter golpista, lo cierto es que Erdogan ha logrado modificar algunas de las estructuras políticas que mediatizaban el carácter democrático del estado. Han sido precisamente estos cambios los que han abierto la puerta a un significativo proceso de islamización de la sociedad, que se concreta en la adopción de medidas de para evitar el consumo de alcohol en lugares públicos, el fomento de la separación de sexos en lugares como las residencias universitarias, la recuperación del uso del pañuelo en espacios públicos, simbolizado por la imagen de la esposa de Erdogan en los actos oficiales, etc. Todos estos cambios, aceptados por los sectores conservadores, han suscitado un fuerte rechazo entre la población joven y sectores laicos particularmente fuertes en las grandes ciudades.

Aún así, el AKP ha logrado encadenar sucesivamente tres mayorías absolutas que le han permitido imponer los cambios políticos sin excesiva oposición. Sin embargo, en esta ocasión el varapalo ha sido fuerte puesto que, además de perder la mayoría absoluta, el AKP se queda muy lejos del objetivo marcado por Erdogan para la fase que se inicia ahora. Imbuido de un fuerte personalismo Rayip Erdogan ha ocupado en las dos últimas décadas varios cargos políticos: alcalde de Estambul, jefe de Gobierno y, en la actualidad, presidente de la República, un cargo que le queda estrecho debido a que debe cumplir funciones simbólicas y actuar como árbitro político. Por eso se había marcado como objetivo alcanzar el número de 367 diputados, que son los necesarios para obtener una mayoría cualificada que le permitiera iniciar un proceso de reforma constitucional y ampliar las funciones presidenciales. Precisamente por esta aspiración, que afectaría a las competencias del poder legislativo, por su actitud ante la Primavera árabe y sobre todo ante la crisis de Siria, se ha denunciado en repetidas ocasiones que aspira a convertirse en un moderno sultán, dispuesto a jugar un papel protagonista en la región mediante la exportación de su “modelo turco”, caracterizado por su conservadurismo de inspiración islámica y política económica neoliberal.

Al final, Erdogan ha sido víctima de los numerosos sectores que recelan y discrepan de su política: desde los partidarios del modelo laico, los militares que siguen pensando en la existencia de una agenda oculta islamizadora, del movimiento kurdo que ha visto defraudadas sus expectativas de posibles avances hacia una solución negociada del conflicto, así como de amplias franjas de jóvenes que rechazan plenamente su programa y su autoritarismo. A esto habría que incluir algunos sectores islámicos, como la secta Gulen, perseguida desde el aparato de estado con el pretexto de que sus actividades socavan la acción del gobierno. El resultado es que por uno u otro lado, el AKP ha ido perdiendo apoyos.

El verdadero triunfador: el HDP

Si en algo coinciden los analistas políticos es en valorar como históricos los resultados obtenidos por el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) Efectivamente sus resultados se pueden calificar de muy buenos teniendo en cuenta que, al iniciarse la campaña electoral, contaba con una serie de handicaps en su contra. Surgido de las filas del movimiento kurdo, su dirigente Salahatin Demirtas, apostó por convertirse en una fuerza estatal capaz de desafiar las restricciones legales a las que tienen que enfrentarse los partidos kurdos cuando se presentan a las elecciones. Tradicionalmente, desde los años noventa del pasado siglo, los kurdos han participado en las diferentes citas electorales utilizando varias fórmulas: candidatos asociados a otros partidos estatales, como independientes, formación de frentes con el apoyo de fuerzas turcas de izquierda en las grandes áreas urbanas. De este modo han pasado por el Parlamento el HED, DEP, HADEP y DTP pero hasta ahora sus representantes no lo eran por derecho propio sino como resultado de argucias legales que permitían llegar hasta la cámara donde, por lo demás, poco podían hacer más allá de alzar la voz y esperar a que se iniciara el proceso de ilegalización y disolución.

En esta ocasión el HDP ha jugado a la ofensiva aceptando el reto de presentarse en todos los distritos tal como establece la ley electoral para poder acceder a la formación de grupo parlamentario si supera el 10% de los sufragios totales. Se trata de obstáculos importantes que se han ido levantando desde el estado, precisamente para cortar el paso al movimiento nacionalista kurdo. Todas estas medidas se han mostrado ineficaces. Baste señalar que en la cámara anterior los kurdos contaban con 30 diputados que, presentándose como independientes, daban voz al 6,5% del electorado.

Para esta convocatoria, el líder de la formación, Demirtas, apostó por presentarse en el conjunto del estado, buscando para ello confluir con parte de la izquierda y con sectores nuevos incorporados al activismo político tras las revueltas de Gazi Park. El HDP pudo lograr el objetivo y lanzarse ya en primavera a la campaña política usando como eje principal de sus propuestas el deseo de impedir que Erdogan pudiera obtener la mayoría suficiente para impulsar el proceso constituyente. Durante los meses anteriores se fueron formando las listas electorales en las que se acordó la presencia paritaria de hombres y mujeres dando voz a propuestas surgidas de distintos movimientos sociales. Además se buscó visibilizar una alianza con diferentes minorías como gitanos, armenios, siriacos, etc. El resultado fue una campaña marcada por la diversidad y la frescura particularmente intensa en las redes sociales, aunque no han faltado mítines y encuentros multitudinarios. Entre los elementos novedosos a destacar se puede señalar el protagonismo femenino, que ha sido asimilado por otros grupos identificados con la izquierda tradicional. Igualmente parte de las redes correspondientes al movimiento lgtb se han pronunciado a favor del HDP, cuyas propuestas suponen un soplo de aire fresco en un contexto que no es especialmente favorable. La existencia de un movimiento lgtb organizado permite afrontar los procesos autoritarios e islamizadores desde una posición más favorable a la que existe en otras áreas islámicas.

Resulta curioso observar el panorama social kurdo para ver el proceso de emponderamiento de las mujeres y las repercusiones que conlleva. El desarrollo del conflicto y la apuesta del PKK hace años por abrir un espacio social a las mujeres son elementos determinantes para entender la situación actual. Que se puedan debatir aspectos relacionados con la orientación sexual e identidad de género en Kurdistán es un proceso análogo, que permite descubrir elementos de modernidad en un contexto social caracterizado hasta hace pocas décadas como de los más atrasados de Turquía. Esto no significa que las fuerzas conservadoras y oscurantistas hayan desaparecido pero sí que su margen de actuación es cada vez más estrecho. Prueba de su persistencia es la actuación en Kurdistán del partido de inspiración islamista Huda Par, con el que el movimiento kurdo mantiene un tradicional enfrentamiento. El último en vísperas de la campaña se produjo en Sirnak y causó dos muertes.

Quizás por ello la guerra sucia hizo pronto su aparición. Que en Turquía se produzcan hechos violentos durante las campañas electorales puede entrar dentro de lo normal visto desde la cultura política existente en el país. En esta ocasión se han repetido incidentes como la explosión de bombas en locales del HDP (casos de Adana y Mersin), agresiones a grupos de activistas o la colocación de explosivos en lugares donde se iban a desarrollar actividades electorales. La última, particularmente grave, se produjo durante el mitin de cierre de campaña en Diyarbakir, el día 5, que fue multitudinario. Durante el transcurso del mismo estallaron dos bombas que produjeron 5 muertos, el último fallecido ayer, un menor de 10 años.

Sí se puede

Los resultados finales han significado una verdadera conmoción política. De los mismos surge un Parlamento en el que el partido gobernante no tendrá mayoría absoluta. El tradicional CHP (Partido republicano del Pueblo, laico) se mantiene con el 25% de los votos. No hay posibilidad de acuerdos entre AKP y CHP por lo que a la hora de formar gobierno Erdogan tendrá que buscar a los nacionalistas del MHP, que cuentan con un 16% de los votos. Aún así las conversaciones no serán fáciles y en sus primeras declaraciones Erdogan no descarta la posibilidad de que haya que convocar nuevas elecciones.

Por su parte el HDP ha logrado un triunfo espectacular. En el territorio kurdo la tasa de participación ha sido muy elevada y los votos alcanzan el 80% de media. Habrá diputados y diputadas en las grandes ciudades: Van, Batman, Diyarbakir, Mersin, Adana, Bursa o Esmirna. Este éxito ha sido vivido como propio por la población kurda de Kobane, en Siria, que ha hecho frente este invierno a la ofensiva yihadista lanzada por el Estado Islámico contando con el apoyo del movimiento kurdo en Turquía y contando con la presencia de combatientes del PKK.

Algunos analistas han hablado de un efecto Syriza para explicar la importancia del cambio que supone su entrada en el parlamento. Probablemente no sea para tanto. El programa del HDP es impactante en cuestiones que afectan a la organización interna del estado y al impulso para encontrar soluciones a la situación de conflicto que vive Kurdistán. No hay propuestas rupturistas en temas como la deuda, porque no son debates prioritarios en la situación actual de Turquía; pero eso no ha impedido que al día siguiente de los comicios tanto la Bolsa como la lira se desplomaran. Los grandes financieros interpretan que el modelo estable y neoliberal del AKP ha entrado en una nueva fase que puede ser el inicio de su declive. De momento lo que entra en crisis es el proyecto Erdogan y las nuevas batallas que se avecinan se darán sin duda en condiciones mucho mejores.

 

Fuente: http://vientosur.info/spip.php?article10173

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